30/10/17 - 05:27Luis Alberto Arista Montoya*
Partimos de una constatación. Los grandes descubrimientos, invenciones y creaciones - a nivel cientÃfico o artÃstico- se gestan lenta, silenciosamente. Es por eso que esperamos con mucha atención las novedades que anuncia anualmente la Academia Sueca sobre los ganadores del Premio Nobel.
Las investigaciones académicas generan una revolución del saber y del poder cientÃficos, porque significan un cambio de paradigma (modelo) epistemológico, tanto en el enfoque como en el tratamiento a favor de la humanidad. Llegan en forma silenciosa, despacito, suavemente, como pasos de gaviotas sobre arena, de garzas sobre césped, o como pasos de lic-lic en la pampa, para decirlo gráficamente al modo del habla popular chachapoyana. El método de la circunspección es clave en toda investigación cientÃfica. Los cientÃficos evitan apurarse. Contrastan para corroborar sus conjeturas, hasta volverlas tesis seguras.
Para los que estudiamos de alguna manera la
filosofÃa del cuerpo, las conquistas en Medicina nos entusiasman, porque consideramos que nuestro cuerpo es el escenario inmediato de libertad con el que contamos cuotidianamente. Pues somos libres de cuidar o no nuestro cuerpo, de hacer con él lo que nos viene en gana, siempre y cuando no hagamos daño a los demás, o ateniéndose a las consecuencias por la falta de cuidado, sorge, como dirÃa el filósofo alemán Martin Heidegger.
Pido disculpas porque creo que estoy invadiendo el predio cientÃfico de mi buen amigo y paisano, el médico y gran cirujano esteta, don Jorge Reina Noriega, que indudablemente conoce mejor que yo los misterios del cuerpo humano. Si me refuta, de él aprenderé.
Nos interesa el tema/problema del cuerpo desde que leÃmos la teorÃa del Entendimiento Humano escrita en el siglo XVII por el médico/filósofo John Locke, fundador del empirismo inglés, que consideraba que nuestro Entendimiento es como una tábula rassa (tabla en blanco), porque nada existe en él sin antes pasar por los sentidos que captan desde el exterior los objetos, para impregnarse a manera de impresiones (ideas). El año 1986, leà el libro TeorÃa del Cuerpo de mi profesor, el médico/filósofo español Pedro LaÃn Entralgo, quien me enseñó en la universidad Complutense de Madrid que cuerpo/y persona forman una sola unidad, pero que cumple varios roles sociales a través de una serie de personajes (como padre, hijo, profesional, obrero, socio, ciudadano en general), y es en ese escenario en que nuestro cuerpo se desgasta, debido a que tiene su propia temporalidad marcada por un “reloj interiorâ€.
Algunos cientÃficos consideran ahora que somos más que cuerpo-mente-alma, somos
energÃa (ánima, dirÃa Aristóteles) que brota de nuestro cerebro, tanto como de nuestro corazón (espÃritu), relacionándose con nuestras emociones y pasiones. Se habla incluso de una inteligencia emocional. De ahà la referencia que
“mi corazón hace tic-tac†porque además
“tengo el corazón contento, lleno de alegrÃaâ€, como expresan dos antiguas y bellas canciones.
El filósofo Pascal decÃa que también el corazón tiene sus propias razones. Detectadas más acá o más allá de cualquier electroencefalograma. Eso lo saben tan solo ciertos bondadosos médicos cardiólogos, o algunos filósofos racio-vitalistas
Este año el nobel de Medicina fue para el “reloj interno†del cuerpo. Galardón a los médicos estadounidenses Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young “por sus descubrimientos de los mecanismos moleculares que controlan el ritmo circadianoâ€, es decir, el biorritmo del cuerpo humano.

Nos dieron a conocer que los seres vivos portan en sus células un reloj interno, sincronizado con las vueltas de 24 horas que da el planeta tierra. Muchos fenómenos biológicos, como el sueño (o el despertar), ocurren rÃtmicamente alrededor de la misma hora del dÃa, gracias al control de este reloj interior. Cada célula tiene un reloj interno autorregulado (mecanismo importante en la salud humana). Pues tiene que ver con la regulación del sueño, en la liberación de hormonas, en el comportamiento alimentario e incluso en la presión sanguÃnea y la temperatura corporal. En las personas que trabajan de noche o hasta más allá de su horario laboral (bebiendo café para botar el sueño, peor aún), el ritmo de vida no sigue este control interno, puede aumentar el riesgo de padecer diferentes enfermedades, como el cáncer y algunos trastornos neurodegenerativos.
El pertinaz insomnio, por ejemplo, altera el biorritmo y, por tanto el, carácter; incluso algunos insomnes cuando se quedan dormidos sueñan que no duermen y, al despertar, se sienten muy cansados, agobiados.
“El sueño es vital para la función cerebral normal. Las disfunciones circadianas se han vinculado a trastornos del sueño, a depresiones, al trastorno bipolar, a la función cognitiva, a la formación de la memoria y a algunas enfermedades neurológicasâ€, dice el neurocientÃfico Carlos Ibáñez. El mismo cuerpo prepara sus energÃas para afrontar el dÃa. Cuando cae la noche, con un pico de presión sanguÃnea, se segrega melatonina, una hormona vinculada al sueño (los que sueñan que están durmiendo, la segregan más, se supone).
Estos ritmos internos se conocen como
circadianos, término que viene de las palabras latinas circa, alrededor, y dies, dÃa.
Ahora que nuestra selección de fútbol irá a jugar en Nueva Zelanda, conviene que los médicos tengan en cuenta estas investigaciones, debido a los cambios diferenciados de horario. Pues, el sÃndrome del cambio rápido de zona horaria, conocido como
jet lag, es una muestra clara de la importancia de este reloj interno y de sus desajustes. No vaya a ser que ingresen somnolientos a la cancha, o que se alegren al meter autogoles. Tienen que jugar lúcidos, atentos, con el corazón contento, lleno de alegrÃa. Y, mientras tanto, todos los peruanos estaremos en gran expectativa, quizá sintiendo que nuestro corazón se sale de nuestro pecho, porque el tic-tac será más acelerado. Pues, toda espera desespera. Pero tenemos la esperanza que ganaremos (no intuyo el score, no apostaré esta vez). Mi cuerpo me avisa. Ganaremos agónicamente, luchando.
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*EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 26 de octubre de 2017. Luis Alberto Arista Montoya.