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DESEO SER COMO TÚ

Pastillita para el Alma 09 – 08 – 2021 Por ti no pasan los años, te conozco un montón de tiempo y sigues siendo igual. Cuando eras niño, tiempo del que más o menos te recuerdo, eras flaco, sonriente, a veces un poco llorón, pero valiente, vivías en la plaza de armas, en una casa grande, co

DESEO SER COMO TÚ



18/08/21 - 03:53

Pastillita para el Alma 09 – 08 – 2021

Por ti no pasan los años, te conozco un montón de tiempo y sigues siendo igual. Cuando eras niño, tiempo del que más o menos te recuerdo, eras flaco, sonriente, a veces un poco llorón, pero valiente, vivías en la plaza de armas, en una casa grande, con dos patios y una huerta, que colindaba, en su parte posterior, con la casa de doña Zoila Vásquez y el mercado. No olvido la vez que cuando ya estabas en el Centro Escolar N° 131 de Tushpuna, en el recreo jugando pelota, le hiciste una zancadilla con tus zapatos a tu compañero de clase Tejedo, quien reaccionó y te dio un puñetazo en el ojo derecho, lo que motivó que desde entonces escondieses tus zapatos en el cerco del Centro Escolar Las Palmeras y llegabas descalzo a la Escuela, como casi todos los muchachos. Desde ese tiempo te recuerdo y sigues igual. Nunca te he visto orgulloso, por lo que tenías o lo que tienes. Siempre había la palabra amable que salía de tus labios, eres el amigo bueno del grande y del chico, del pobre y del rico, del viejo y del niño. Claro que cuando venías de vacaciones a tu pueblo natal, muchos te teníamos cólera o de repente, también envidia, porque enamorabas a las chicas más bonitas de nuestra tierra y lo que daba más rabia, es que te hacían caso. Te acompañaba en tu época de estudiante en la universidad y eras de los chanconcitos y te sacabas el alma de abril a diciembre, para no tener ningún curso para llevar en las vacaciones y perder tus días de jolgorio y gozar de la compañía de tus viejos, de tus hermanos y de tus paisanos. Nunca te vi tan feliz cuando te destacaron a trabajar como médico a tu tierra y además tuviste la fortuna de ser profesor en tu glorioso Colegio San Juan de la Libertad, hasta que te tocó perder y sumirte en la pena más profunda que un hombre es capaz de sufrir y sentir el golpe más grande de tu vida y aunque a mí no me engañas jamás, sigues cargando una herida abierta que sangra permanentemente y con mucha hombría y valentía lo escondes en lo más profundo de tu ser, disimulando tu tragedia, ayudando a tus enfermos y a la gente que te rodea, como si en ese sinfín de tareas que empeñas tus actividades, quisieses, borrar o atenuar el dolor que te parte el alma.  También por eso te admiro, porque eres como el buen payaso que ríe por fuera mientras llora por dentro y a veces cuando eres consciente que más te duele, reaccionas violentamente, pero rápidamente vuelves a la calma y es allí cuando me miras y te sonríes de mi vejez y de mis achaques.

>>>Mira que me das la oportunidad de conversar y ojalá me escuches lo que tantas veces he deseado decirte, espero no enojarte ni causarte resentimientos, pero la verdad vinimos juntos a este mundo y aunque yo no quise ni te escogí, me encomendaron acompañarte y ser tu doble y así vamos caminando en este mundo, como uña y carne o mejor todavía como limpio y mugre, a pesar de mis esfuerzos y cuidados. Desde el comienzo ya fuiste un problema, te revolcabas en la matriz y saliste de pie del vientre de nuestra madre, como si eso fuera fácil o estuviésemos en una clínica especializada o nos atendiese una persona experta. ¡¡¡Vaya capricho el tuyo, siendo primerizo!!!, de pura suerte salimos, felizmente eras flaco y mal nutrido. Todo el tiempo para mi fuiste un problema; no deseo contar todo porque no alcanzaría el tiempo ni el papel para escribir todas tus fechorías, engreimientos y maldades y además no me gustaría avergonzarte con todo lo que llevo dentro. Para ser franco tenías algunas cosas buenas, pero las más de las veces eran tonterías que no te llevaban a nada. Como no recuerdas ahora las veces que quisiste dejar de estudiar Medicina y pasarte a estudiar Derecho, cuando el catedrático de Histología, te marcaba y te decía delante de todos los alumnos: “Chuncho yo no voy a dejar que seas médico, no sé qué haces aquí, anda y regresa a tu tierra a sembrar tus yucas, tus plátanos y criar tus monos”. ¡¡¡Llorabas maricón, pero tragabas lo que tenías que responderle, te faltaba lo que ponen las gallinas!!! Hiciste caso y no desertaste y terminaste tu carrera de médico, como los buenos. Claro que eras enamorador, pero no por buen mozo, sino por audaz con las lindas señoritas que te creían, sin embargo, en honor a lo cierto, eras un simple calentador y nada efectivo y allí es cuando me avergonzaba y dejaba que te jaranées, si jarana, era besuquear e intercambiar microbios. Siempre fuiste valiente para las cosas casi imposibles, especialmente cuando se tiene que ayudar a los amigos, cuando esa vez que a penas en tu primer año de Pre Médicas, arriesgaste a operar amputando el dedo gordo gangrenado a un paisano Trigoso, en su cuarto del parque de El Porvenir, junto con tu amigo y colega Miguel Mendoza, o  las veces que operabas amígdalas en Iquitos o cuando regresaste a Lima a trabajar en el Palacio de Gobierno con el general Juan Velazco Alvarado y después en el Hospital Central de las Fuerzas Policiales, como cirujano residente y jefe de guardia y operabas todo lo que caía en Emergencia, felizmente yo te guiaba y nos ayudaba Dios y nunca tuviste un fracaso, aunque eso era lo que buscabas, hasta esa noche en que se presentó la persona más adorada para ti, cuando salías de operar a un paciente grave y en la figura de una señora vestida de negro te dijo “Ya basta, nunca vas a lograr nada” y solo te quedó tu apodo de Drácula, por la forma como es que salías manchado en sangre. Claro que la vida te ha golpeado bastante, en todo sentido, especialmente con la enfermedad de tus hermanos y la pena de la muerte de tu viejo y después el sufrimiento de la enfermedad de tu hermanita y su final tan triste, sin poder hacer nada para calmar sus dolores y penas. Te dolió fuerte cuando en esa purga de médicos del Hospital de Policía dieron de baja a más de 27 coroneles y entre ellos estabas tú, aunque, aparentemente, saliste ganando cuando te nombraron en el Hospital de la Marina, donde al comienzo te hicieron la vida color de hormiga, pero saliste airoso, que es lo que al final sirve de alivio. 

Si todo sería color rosa, la vida no tendría sentido; es bueno saborear lo amargo para valorar los momentos de alegría. Muy pocas veces has tenido suerte con tus amigos, o los que creías son tus fieles aliados, la mayoría de ellos no perdieron la oportunidad de clavarte su puñal en cuanto ya no les eras útil, solo han quedado algunos de tus compadres, amigos de toda la vida, que son el fiel reflejo de una gloriosa y transparente amistad y el espejo de muchos de ellos que ahora descansan el sueño de los justos en el reino de Dios<<<<.

Parece mentira, pero todos tenemos un hermano gemelo invisible, que nos acompaña desde que llegamos a este mundo. Ese ser oculto que vive debajo de nuestra piel y que no nos pertenece en el terreno material. Es aquel espíritu bendito, que cuando llegue el momento de despedirnos de esta tierra, alzará vuelo y volverá al lado de Dios y abandonará el cuerpo físico que fue su temporal vestidura mientras nosotros atravesábamos este camino largo, para unos, verde de esperanzas, lleno de alegría y de bastante amor, mientras que para otros, a veces corto o con premura de regresar a su sitial en el cielo o sembrado de espinas y de cardos, que no nos da la tranquilidad de mirar las cosas bellas de este mundo y en su propio Yo, viven en discordia con su mundo interior. Son como dos amigos en los cuales se ha presentado una nube oscura que siembra la desconfianza, por malos entendidos o por cosas inútiles y sin importancia que hace alejarse a las personas por falta de amor, son aquellos seres melancólicos, aislados de la sociedad, en los que la alegría y la sonrisa desapareció de sus labios, de los cuales solo brotan palabras de odio y de resentimiento, aquellos desatinados que dicen: soy víctima de mi mala suerte o los que creen que Dios es “injusto” y tiene tiempo para mirarles a ellos y señalarlos un sendero escabroso. 

Vivamos en paz con nosotros mismos. Sepamos que somos portadores de un cuerpo físico que de todas maneras se deteriora y se convertirá en polvo y en barro, de donde vino y tenemos otro cuerpo, que habita en lo más íntimo de nuestro ser, que no nos pertenece, que es una extensión de Dios y se amolda a las vicisitudes de nuestra forma de vida, se adapta y cuando no hay tiempo de charlar con él, nos deja que sigamos nuestro camino, por el derecho que nos concede nuestro libre albedrío y cumplido su tiempo, de haber sido nuestro “fiel compañero” se irá, al lugar de donde vino, así como todas las aguas de los ríos terminan en los mares y se pierden en la infinidad de las grandes riquezas de nuestro Padre Celestial, donde abunda el perdón y es la fuente inagotable del Amor de Dios, que nos regala y las más de las veces no sabemos valorarlo.

Gracias hermano gemelo por ser indulgente conmigo, por concederme la paz de la cual gozo, junto a mi familia y a la sociedad, gracias por tu compañía, por agarrarme las manos cuando veo mi vida rodar peña abajo, gracias por regalarme el aire, que todavía en mis años viejos, me sobra, mientras a otros, en su juventud o en sus males, les falta; gracias por el pan y el agua que no me falla y por darme la oportunidad de compartir, con lo poco que puedo ofrecer, mi ayuda material y espiritual, que es solamente una pequeña migaja de la abundancia con que Dios me ha bendecido y en el tiempo que me queda será imposible compensar por tanto Amor que me ha regalado. 


Jorge REINA Noriega
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